domingo, 31 de julio de 2011

AMIGAS

Si. amigas con letras mayúsculas.
Hoy hago mi homenaje a mis AMIGAS. A todas ellas.
A esas mujeres a las que admiro.
A todas ellas, porque me dan tanto sin pedírselo.
A ellas. Que brillan. Que brillan por ser como son.
A ellas porque pueden.
A ellas porque son más valientes de lo que creen.
A ellas que avanzan y con ellas avanzan los que las rodean.
A ellas que son fuertes como rocas y la la vez suaves como las olas.
A ellas que se hacen cada día.
A ellas que son ejemplo para muchas otras mujeres.
A ellas porque su luz está en su mirada y en sus sonrisas.
A ellas, maestras de todo.
A ellas por ser siempre.
A ellas amigas "paibon".
A ellas porque para mi son las mejores.
A ellas porque todas son distintas.
A ellas que aprenden cada día, y enseñan hasta lo que no creen que saben.
A ellas que son capaces de parar el tiempo.


A ellas, mis AMIGAS, porque con ellas la vida es una fiesta de pijamas eterna.

viernes, 29 de julio de 2011

TE QUIERO

No le dejes espacio a la tristeza. Llénalo de alegría.
No te rindas. Todo es posible.
Como dice la canción: " la vida cambia y cambiará". Siempre lo hace.
Sabes que el tiempo vuela, así que déjame que vuele contigo.
Si tienes algo que hacer: ¡hazlo!
Rodéate de personas que te gusten, y disfruta con ellas.
No dejes de decirle a nadie: "te quiero"

sábado, 23 de julio de 2011

Perdonar es necesario. Perdonarse también.

   Sana tus heridas si quieres avanzar.
   Curarse y perdonarse. Curar y perdonar a quien lo tengas que hacer, a quien necesites.
   Podría ocurrir, que en un principio no encontrases a nadie en tu entorno presente o pasado, al que perdonar. O que te sintieras indigno de hacerlo, o que pensaras que quién eres tú para perdonar a nadie.      Habitualmente, quien más te cuesta reconocer que has de perdonar, es a quien más lo necesitas hacer, y quien más y profundo te infringió el dolor. Pero cuando meditas la idea, rebuscas en tu interior alguien acaba apareciendo ante ti. Mirandote. Haciéndote sentir lo mismo. Es humano sentir temor. A nadie le gusta revivir los malos momentos, pero aguanta.
Se valiente.
Lo tienes frente a tu corazón haciéndote temblar, haciéndote pasar por lo mismo.
Duélete.
No te permitas salir huyendo. Enfréntate a ello.
Si es duro, es duro.
Si te hace llorar, llora.
Pásalo.
Vive tu dolor. No lo escondas más.
Limpia la herida antes de ponerle la tirita.
   Hay que pasar la página cuando está todo leído y comprendido, cuando lo hemos madurado y no nos hemos saltado ni una coma.
   Una vez revivido y examinado lo que nos produjo dolor, hay que saber que quizás ese alguien lo hizo como supo o como pudo en ese momento, con sus miedos, sus dudas, sus herencias, las creencias incrustadas en los genes, con sus razones, equivocadas o no, sus costumbres, sus habilidades. su entorno, sus conocimientos y presiones de aquel entonces.
   Que quizás en otras circunstancias y otros momentos, su actitud o sus consecuencias serían otras. Pero fueron las que fueron. Y eso ya no se puede cambiar. Lo que si se puede modificar es lo que te hace sentir ahora.

   Así que una vez aceptado: perdonar. Pero no decirlo, sino sentirlo en nuestro corazón. Perdonar por el dolor tan grande que nos hicieron, o por eso que aparentemente parecía una tontería pero que te hirió, por el dolor tan grande que todavía queda. Sentir que los liberas, que te liberas con ese perdón. Que tu alma ya se siente ligera, que ya no te pesan los que te hicieron daño. Y sentirás la paz y el descanso que produce no guardar rencor.
Deja marchar la ira.
Ve cerrando puertas.
No tengas prisa.
El tiempo no existe.
Tómate el que precises.
No te mientas, no te engañes de nuevo.
Ve paso a paso.
Enfréntate a ello en soledad, contigo mismo.

   Y perdónate también a tí mismo. Por hacer lo que hiciste y por lo que no hiciste, porque ocurrió como te dejaron las circunstancias, con tus presiones, tus ideas preconcebidas o heredadas, como supiste, como entendiste, con tus herramientas, tus experiencias, tus miedos. Y eso ya fué. Ya pasó. Ya no existe. Sólo debes cerrar esa puerta cuando te hayas curado y perdonado de veras.

Siéntete bien por como eres ahora.
Lo que eres ahora es fruto de todo lo que fuiste.
Lo que vale, lo que importa eres tu y "tu ahora". Lo que descubres cuando te miras al espejo. Lo que ven los demás cuando se asoman a tu mirada.
Siéntete bien porque has llegado hasta aquí.
Nadie puede arreglarte la vida más que tú.
Vive felíz de tus logros, que son muchos.
Disfruta de lo que tienes delante.
Enorgullécete de cómo eres.
Merece la pena. Mereces la pena.

martes, 12 de julio de 2011

LEER ES UN PLACER

   El título de la entrada parecerá para muchos una perogrullada, pero aún así yo insistiré.
   ¿No les ocurre, que si hacen algo que les gusta no quieren que se acabe nunca? (Otra perogrullada...)
   A mi me pasa con las lecturas. Cuando doy con alguna que me sorprende, me gusta, me emociona y la disfruto tanto, que cada tanto tengo que cerrar el libro, para cundirlo, para saborearlo, para alargar el placer, para que no llegue nunca la contraportada.
   La ansiedad es más evidente en un artículo o una entrevista, en la que ves físicamente ese fatídico punto final.
   Lo ves cercano...muy cercano...y no quieres avanzar, quieres detener el placer, porque te gusta...pero claro, es insoportable la espera y la tentación de seguir leyendo es muy fuerte, y tu mirada se dirige a ese punto que parece se vaya acercando peligrosamente.
   ¿Que hago?...Me detengo...me paro, miro para otro lado, pienso en otra cosa, me recreo en mi mente saltarina...parezco segura...¡lo he logrado! ¡he conseguido controlar el impulso de leer hasta la muerte sin contemplaciones, de gozar hasta la última coma sin respirar, darme un atracón de gusto.
   Pero no... sin querer, disimuladamente mis ojos miran de reojillo, pícaros ellos, miran con lujuria esas letritas impresas que me llaman con picardía, ese canto de sirenas que me dice que siga, que siga, que hay algo nuevo que me gustará... mírame...mírame con esos ojos golositos...lo que te cuento ahora te gusta...pero...¿y un poquito más allá?...sí, sí, eso...eso...
   Tengo que ser fuerte, aguantar, tengo que dosificarme, queda sólo media página para acabar. Vuelvo a mirar al cielo: ¡concéntrate!. Así hasta que finalmente te dejas ganar por el texto y te metes tan profundamente en el, que te vas dejando, te vas sumergiendo, y el te va inundando, va rellenando tus recobecos, va nutriendo tu mente y tú te meces con lo que aprendes, con lo que imaginas, con lo que gozas.
   Vas muriendo poco a poco entre sus letras, a merced de sus espacios, hasta que por fín, sin resistencia te vence, te gana, te lleva y te arrastra con él.
   Y ya es la estación Términi. Anuncian la llegada por megafonía. Vas recogiendo tus maletas, te vas levantando, recuperando, recomponiendo. Siguen sus ecos, continuan sus efluvios, pero la realidad ya cambió.
   Superada la frustración que supone ver acabar lo bueno, te commpensa el saber que allí, sí alli, encima de la mesa, sigue esperándo ese otro libro que cerraste hace un tiempo, que en su día abriste y te ahogaste en él durante unas páginas entre sus ideas y te agarró bien fuerte con sus tentáculos de imaginación.
   Te compensa saber que entre portada y contraportada, habita un mundo tan ancho, tan largo, tan profundo, y tan dilatado en el tiempo como tu elijas, donde el límite reside solamente en tu imaginación.
   Leer es poder.
   Leer es querer.
   Leer es descubrir.
   Leer es aprender y aprehender.
   Leer es lamer la vida como si fuera un sorbete.
   Leer es un placer.

jueves, 7 de julio de 2011

Girar o no girar el boton de la sensualidad.

   Hay etapas en las que a la mujer le apetece estar sexy, sensual, femenina; otras en las que sencillamente, una no presta atención, ni a si sensualidad, ni a su apariencia, ni a su ser; y otras en las que una se ve extramadamente femenina y quisiera no estarlo.
   Yo en esas ocasiones, necesito bajar el volumen de sensualidad. ¿Y donde se baja? Imagino que cada cual tiene su sistema. En mi caso, en momentos de alta concentración de hormonas femeninas mezcladas, que no agitadas, con una alta concentración de curvas peligrosas (como en la carretera. que por algo lo señalan como peligroso), siento la necesidad de incorporar masculinidad a mi persona para compensar, para sentirme equilibrada, y así aportar una parte, de las muchas cosas buenas que tienen los hombres, a mi persona.
   Ni corta ni perezosa, recurro a la cabeza, y no me refiero a pensar, (que también podría ser, pero no es el caso) sino al pelo...¡y me lo corto!. Dependiendo del alto grado de aspectos femeninos acumulados, así de corto me lo dejo. Lo he llevado de todas longitudes, y en ocasiones coincidiendo con embarazos, lactancias, y otros momentos hormonales concretos, y podría decirse que era por comodidad, pero no. Era mi forma de frenar la ola de sensualidad y feminidad que me invadía.
   Cada uno utiliza una técnica.
   Me ha resultado un ejercicio práctico psicológico muy efectivo. Quizás no todo el mundo pueda hacerlo en ciertos momentos de su vida, pero si cuando te lo pida el cuerpo.
   Inicialmente, hay algo dentro de ti que te ronda, que te inquieta, y cierto motivo que hace que tu mente haga click.
   Le sigue decisión de dirigirse hacia la peluquería, y hacer de esa intención una realidad. Y este punto implica mucha valentía y sinceridad, porque no suelen ser decisiones tomadas con nadie, sino contigo mismo.
    Llega el momento decisivo: Estás frente al espejo y el peluquer@ ya ha metido mano a la melena. Hay instantes de flaqueza en los que cierras los ojos (sobre todo si es la primera vez). Si es la enésima vez que te lo cortas muy corto, al dos o al tres, y confías en las manos en las que estás, esta fase nos la saltamos.
   Una recomendación absurda, pero real:  ¡El pelo crece!...¡No es una leyenda urbana!...¡Es verdad!
   Para finalizar, toca enfrentarse con esa persona que te mira con ojos asustados desde el espejo.
¿Qué ves?
¿Qué sientes?
¿Qué temes?
¿De qué te has desprendido?
¿Cuántas cosas descubres, ahora que no te distrae el cabello?
¿Qué piensas?
¿Ves el brillo en tus ojos?
¿Has visto cómo crece tu cuello?
¿Qué afirmaciones te crees ahora?
¿En qué nivel está ahora tu autoestima?
¿Te valen las mismas preguntas?
   Puede que las respuestas no sean de tu gusto, que no sean afirmativas, que no tengas respuesta, que te hagas todavía más preguntas sin respuesta. Puede que la imagen que proyectes no sea la que tu esperabas, puede que te sientas avergonzada, o insegura, que jures y perjures que no lo volverás a repetir.
   Puede parecer sorprendente, pero esta situación ayuda mucho para el futuro, aunque no repitas look. Y puede que muchos respiren de alivio al verlo crecer. pero te enseña que la apariencia, el físico, como la juventud, es pasajera.
   Desprenderse de algo tan femenino, de algo que provoca tanto en los hombres, de algo que te condiciona (tus gestos, tus movimientos, tu lenguaje corporal, tu autoestima, tu seguridad, tu relación con los otros). Hace plantearte muchas cosas, entre otras,  te ayuda a quererte a ti misma por lo que tienes por dentro; a descubrir qué personas te miran con la misma intensidad que antes, y  quienes no. A descubrir que te quieren igual. A descubrir que tu conversación, tu risa, tu actitud, tu amor a los demás, tu inteligencia, tu bondad, tu forma de ser en definitiva, es lo que importa y enamora a los demás.
   Seguro que muchos han comprobado en sus propias carnes, que el día que más horroroso estás, en las épocas que estabas más gordito, o más despreocupado por el aspecto, ha sido cuando más has ligado, más piropos has recibido, más éxito has tenido,...
   Pues si eso es así, y sin renegar del pelo largo, del buen aspecto físico, de cuidarnos, de sentirnos guapos, de darnos cremas, de hacer deporte, no nos obsesionemos. Lo importante es sentirse bien con uno mismo.
   Cuídate por fuera, si, pero no te olvides de cuidarte por dentro.

domingo, 3 de julio de 2011

Un cuento nacido de los silencios.

   "Mi carta empieza, cuando mi carta lo decide y de cualquier manera. Al fin y al cabo, las cartas de amor no se encabezan, más bien se descabezan." Esto tan bello, por supuesto no es mío, lo ha escrito Ray Loriga refiriéndose a Berlanga, en su columna del Pais Semanal. (No dejen de leerlo. les emocionará).
   Pues bien, este cuento empieza cuando el lo decide y de cualquier manera.

   Erase una vez, en un lugar muy lejano, dos figuras musicales que danzaban en un pentagrama. No se sabe ya, si eran una blanca y una negra, o la corchea con la semicorchea, o se dice que quizás, sólo quizás, fueran dos redondas. Lo que si ha llegado hasta nuestras torpes y lentas orejas, es lo que entre ellas hablaban, más bien lo que pensaban:

-No se si interpreto correctamente tus silencios...
-...
-¿Existe algún tratado que nos oriente, al intentar descubrir el significado de las no palabras?
-...
-¿Quién nos guía a través del misterioso camino que dibujan tus silencios?
-...
-Voy a tientas. ¿Lo sabes?
-...
-Creo orientarme, en el espacio y en la vida. Pero ahora voy a golpe de intuición. Y ya se sabe, que con ella a cuestas es facil equivocarse. Eso si que lo puedo asegurar. Y siento la tentación de no seguir sus mandatos, pero puede más que yo, y de nuevo sigo sus pasos.
-...
-Se lo que arriesgo. Se lo que tengo. Se lo que pierdo y lo que gano. Se por lo que apuesto y creo que merece la pena.
-...
-Y me digo: No te asustes, no tengas miedo a perder.
-...
-Y como dice Javier Velaza en un poema suyo: "Y si nada nos libra de la muerte
                                                                          al menos que el amor nos salve de la vida."
-...
FIN

   Iba yo a decir que adoro el silencio. Pero no. No es verdad. Lo que adoro es la ausencia de ruido. Esa ausencia que nos permite escuchar lo verdaderamente importante, esos sonidos que dibujan y colorean la quietud.
   En un articulo de Bárbara Alpuente del sábado 25, hablaba de la correcta interpretación de las palabras una vez escupidas al mundo exterior, de cómo cobran el significado que el oyente quiere, y que a veces no coincide con el que querría el emisor.
   De la torpeza al expresarnos, o de la torpeza de nuestras entendederas. De si nos engañamos al hablar o al escuchar.
   De cómo cobran vida propia una vez expresadas, y de que hemos de tomar conciencia de que lo que vamos a decir, puede herir o sanar, y una vez hecho no hay vuelta atrás.
   Pero...¿Y qué hay de los silencios sin rostro? ¿qué hacer con los silencios sin expresión? ¿qué podemos hacer sin el lenguaje corporal que tanta información nos facilita otras veces?
   Silencio en el twitter, silencio en el facebook, silencio en el mail, silencio en los sms, silencio en el movil, silencio en el skype, silencio en el fijo. Silencio en la web...¿Cómo gestionarlos?
   Y para más inri, yo voy y antes casi digo que me gusta el silencio. Pero me refería al silencio interior.
   ¿Será de coña?, ¿será una enseñanza subliminal?
-...
 OTRA VEZ FIN