Érase una vez un chaleco.
Un chaleco que vino prestado, mejor, regalado.
Érase una vez un chaleco que tuvo su segunda oportunidad.
Y se quedó a vivir.
Se quedó a vivir mi piel.
Mi piel desnuda y dorada.
Érase una vez un chaleco que a duras penas tapaba.
Apenas cubría la piel que sudaba.
Corría la brisa. Corría la vida.
Y cuando volvía despacio en la noche, subiendo la cuesta de regreso a casa.
Pensaba que no era bueno caminar a solas.
Que las noches templadas son para vivirlas, soñarlas, beberlas, dormirlas.
Con tu otro alma.
Érase un chaleco con rayas negras, grises y blancas.
Un chaleco con muchos botones.
Que se cierra al pecho y se abre al alma.
Érase un chaleco con olor a coco, con los labios rosas y las uñas rojas.
Érase una vez un chaleco a la luz de la luna.
Un chaleco que escucha los latidos de tu corazón.
Bajito y cerca.
¡Desabrocha tus botones y respira!
Respira suave y libre.
Desabrocha tus dudas,tus angustias, tus miedos.
Y abróchame a tu vida y a tu sonrisa
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