Mis indagaciones daban pobres resultados. No era ni mucho menos que no disfrutara con cada una de las piezas que escuchaba. Pero no era lo que yo esperaba encontrar. Giraba y giraba mi mente entorno a algo que no cuadraba...¡Hasta que caí en la cuenta de mi error!...¡No era un violín lo que mis neuronas escuchaban sin yo saberlo, sino un chelo!...¡Y no era Ara Malikian, sino Mischa Maisky!
Una vez solventado el error, dar al play y dejarse llevar es toda una delicia.
De igual manera a lo ocurrido anteriormente con mis pensamientos musicales, hay ocasiones en las que la vida se ordena y los minutos pasan al compás. Todo sucede acompañando, emparejando, el interior y el exterior. Nuestro reloj interno se regula y se acopla suavemente a lo que marca con su batuta, la Naturaleza. Se deja llevar por ella y no se revela, repercutiendo en nuestro bienestar.
Estos periodos son precedidos de otros caóticos en los que se gestan los posibles futuros, en los que sin ser conscientes se formulan los comienzos de lo que luego será.
Es en estas sopas densas de conversaciones sin sentido, de palabras al azar o de compromiso, de encuentros fortuitos y a priori insulsos, ideas desordenadas e incoherentes, anotaciones al margen, acciones sin consecuencia, como dice Gonzalez-Sinde, están todos los instantes de algo que nacerá y se ordenará.
La vida es una sucesión de ciclos tangentes, que se tocan casi imperceptiblemente en un punto que da paso sutilmente a la siguiente etapa de tu existir. Momentos temporalmente cerrados que se tocan en un instante único, por el que te ves empujado al siguiente ciclo y te impide regresar al anterior.
Giras y giras dentro de esa rutina diaria, creyéndote dueño y señor de tus momentos, soñándote el capitán del sólido navío que diriges, hasta que, no sabes ni cómo ni porqué, las circunstancias te expulsan de ese paraíso perfecto en el que te habías acomodado plácida y confiadamente.
Caes, como Alicia en el Pais de las Maravillas, precipicio abajo, aterrizando de bruces en otro lugar. Hete aquí en un nuevo ciclo, del que no sabes nada, en el que te sientes extraño, incómodo y fuera de lugar, inestable y aprendiz de todo.
Ansiamos ponerle nombre al culpable. A aquello que nos obligó a cruzar, o quien nos empujó por aquella senda. Buscamos el motivo por el que no estamos donde estábamos. Pero no hay tiempo, la rueda vuelve a ponerse en marcha, y ese nuevo círculo vuelve a girar inexorablemente.
Rodando y rodando, sin parar, ligeros cual suaves plumas,como en este maravilloso "Valse Sentimentale" de Pyotr Ilyich Tchaikovsky.
No hay comentarios:
Publicar un comentario