Sakura, la flor del cerezo en Japón. Significa muchas cosas para mi. Me une con los sueños, con los anhelos, con los retos, con la dulzura ("Maldita dulzura", que dicen Vetusta Morla), con el esfuerzo, con la paciencia, con la lucidez, con la belleza, con la fuerza, con la delicadeza, con la rectitud, con la suavidad, con lo espiritual, con lo carnal, con el movimiento fluido, con la precisión.
Me recuerda que somos frágiles y fugaces como ella, como la vida. Que su perfección no sería tal sino contuviera dentro de si lo que vemos y lo que no. Que con su existencia nos regala un espectáculo maravilloso para la vista, que nos enamora su belleza, su suavidad; nos rompe su delicadeza. Pero es su perfume embriagador lo que se nos cautiva y se nos hunde en el cerebro, para evocarlo ya por siempre.
Nos seducen por efímeras, tanto que no llegan a secarse. Caen impulsadas por el viento que agita las ramas, formando una alfombra fragante que cubre el suelo sobre el que se yergue el árbol que las originó
Mueren suavemente a los pies del que les dió la vida, del que las hizo bellas, antes de marchitarse.
"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos"
-Pablo Neruda-
El video que hoy acompaña a la entrada no es de la flor del cerezo, sino de amapolas azules, "gelincigin hüznü", un delicioso título para tan hermosa composición de Farid Farjad.
Son tus ojos los que me inspiran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario