Hay etapas en las que a la mujer le apetece estar sexy, sensual, femenina; otras en las que sencillamente, una no presta atención, ni a si sensualidad, ni a su apariencia, ni a su ser; y otras en las que una se ve extramadamente femenina y quisiera no estarlo.
Yo en esas ocasiones, necesito bajar el volumen de sensualidad. ¿Y donde se baja? Imagino que cada cual tiene su sistema. En mi caso, en momentos de alta concentración de hormonas femeninas mezcladas, que no agitadas, con una alta concentración de curvas peligrosas (como en la carretera. que por algo lo señalan como peligroso), siento la necesidad de incorporar masculinidad a mi persona para compensar, para sentirme equilibrada, y así aportar una parte, de las muchas cosas buenas que tienen los hombres, a mi persona.
Ni corta ni perezosa, recurro a la cabeza, y no me refiero a pensar, (que también podría ser, pero no es el caso) sino al pelo...¡y me lo corto!. Dependiendo del alto grado de aspectos femeninos acumulados, así de corto me lo dejo. Lo he llevado de todas longitudes, y en ocasiones coincidiendo con embarazos, lactancias, y otros momentos hormonales concretos, y podría decirse que era por comodidad, pero no. Era mi forma de frenar la ola de sensualidad y feminidad que me invadía.
Cada uno utiliza una técnica.
Me ha resultado un ejercicio práctico psicológico muy efectivo. Quizás no todo el mundo pueda hacerlo en ciertos momentos de su vida, pero si cuando te lo pida el cuerpo.
Inicialmente, hay algo dentro de ti que te ronda, que te inquieta, y cierto motivo que hace que tu mente haga click.
Le sigue decisión de dirigirse hacia la peluquería, y hacer de esa intención una realidad. Y este punto implica mucha valentía y sinceridad, porque no suelen ser decisiones tomadas con nadie, sino contigo mismo.
Llega el momento decisivo: Estás frente al espejo y el peluquer@ ya ha metido mano a la melena. Hay instantes de flaqueza en los que cierras los ojos (sobre todo si es la primera vez). Si es la enésima vez que te lo cortas muy corto, al dos o al tres, y confías en las manos en las que estás, esta fase nos la saltamos.
Una recomendación absurda, pero real: ¡El pelo crece!...¡No es una leyenda urbana!...¡Es verdad!
Para finalizar, toca enfrentarse con esa persona que te mira con ojos asustados desde el espejo.
¿Qué ves?
¿Qué sientes?
¿Qué temes?
¿De qué te has desprendido?
¿Cuántas cosas descubres, ahora que no te distrae el cabello?
¿Qué piensas?
¿Ves el brillo en tus ojos?
¿Has visto cómo crece tu cuello?
¿Qué afirmaciones te crees ahora?
¿En qué nivel está ahora tu autoestima?
¿Te valen las mismas preguntas?
Puede que las respuestas no sean de tu gusto, que no sean afirmativas, que no tengas respuesta, que te hagas todavía más preguntas sin respuesta. Puede que la imagen que proyectes no sea la que tu esperabas, puede que te sientas avergonzada, o insegura, que jures y perjures que no lo volverás a repetir.
Puede parecer sorprendente, pero esta situación ayuda mucho para el futuro, aunque no repitas look. Y puede que muchos respiren de alivio al verlo crecer. pero te enseña que la apariencia, el físico, como la juventud, es pasajera.
Desprenderse de algo tan femenino, de algo que provoca tanto en los hombres, de algo que te condiciona (tus gestos, tus movimientos, tu lenguaje corporal, tu autoestima, tu seguridad, tu relación con los otros). Hace plantearte muchas cosas, entre otras, te ayuda a quererte a ti misma por lo que tienes por dentro; a descubrir qué personas te miran con la misma intensidad que antes, y quienes no. A descubrir que te quieren igual. A descubrir que tu conversación, tu risa, tu actitud, tu amor a los demás, tu inteligencia, tu bondad, tu forma de ser en definitiva, es lo que importa y enamora a los demás.
Seguro que muchos han comprobado en sus propias carnes, que el día que más horroroso estás, en las épocas que estabas más gordito, o más despreocupado por el aspecto, ha sido cuando más has ligado, más piropos has recibido, más éxito has tenido,...
Pues si eso es así, y sin renegar del pelo largo, del buen aspecto físico, de cuidarnos, de sentirnos guapos, de darnos cremas, de hacer deporte, no nos obsesionemos. Lo importante es sentirse bien con uno mismo.
Cuídate por fuera, si, pero no te olvides de cuidarte por dentro.
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