El título de la entrada parecerá para muchos una perogrullada, pero aún así yo insistiré.
¿No les ocurre, que si hacen algo que les gusta no quieren que se acabe nunca? (Otra perogrullada...)
A mi me pasa con las lecturas. Cuando doy con alguna que me sorprende, me gusta, me emociona y la disfruto tanto, que cada tanto tengo que cerrar el libro, para cundirlo, para saborearlo, para alargar el placer, para que no llegue nunca la contraportada.
La ansiedad es más evidente en un artículo o una entrevista, en la que ves físicamente ese fatídico punto final.
Lo ves cercano...muy cercano...y no quieres avanzar, quieres detener el placer, porque te gusta...pero claro, es insoportable la espera y la tentación de seguir leyendo es muy fuerte, y tu mirada se dirige a ese punto que parece se vaya acercando peligrosamente.
¿Que hago?...Me detengo...me paro, miro para otro lado, pienso en otra cosa, me recreo en mi mente saltarina...parezco segura...¡lo he logrado! ¡he conseguido controlar el impulso de leer hasta la muerte sin contemplaciones, de gozar hasta la última coma sin respirar, darme un atracón de gusto.
Pero no... sin querer, disimuladamente mis ojos miran de reojillo, pícaros ellos, miran con lujuria esas letritas impresas que me llaman con picardía, ese canto de sirenas que me dice que siga, que siga, que hay algo nuevo que me gustará... mírame...mírame con esos ojos golositos...lo que te cuento ahora te gusta...pero...¿y un poquito más allá?...sí, sí, eso...eso...
Tengo que ser fuerte, aguantar, tengo que dosificarme, queda sólo media página para acabar. Vuelvo a mirar al cielo: ¡concéntrate!. Así hasta que finalmente te dejas ganar por el texto y te metes tan profundamente en el, que te vas dejando, te vas sumergiendo, y el te va inundando, va rellenando tus recobecos, va nutriendo tu mente y tú te meces con lo que aprendes, con lo que imaginas, con lo que gozas.
Vas muriendo poco a poco entre sus letras, a merced de sus espacios, hasta que por fín, sin resistencia te vence, te gana, te lleva y te arrastra con él.
Y ya es la estación Términi. Anuncian la llegada por megafonía. Vas recogiendo tus maletas, te vas levantando, recuperando, recomponiendo. Siguen sus ecos, continuan sus efluvios, pero la realidad ya cambió.
Superada la frustración que supone ver acabar lo bueno, te commpensa el saber que allí, sí alli, encima de la mesa, sigue esperándo ese otro libro que cerraste hace un tiempo, que en su día abriste y te ahogaste en él durante unas páginas entre sus ideas y te agarró bien fuerte con sus tentáculos de imaginación.
Te compensa saber que entre portada y contraportada, habita un mundo tan ancho, tan largo, tan profundo, y tan dilatado en el tiempo como tu elijas, donde el límite reside solamente en tu imaginación.
Leer es poder.
Leer es querer.
Leer es descubrir.
Leer es aprender y aprehender.
Leer es lamer la vida como si fuera un sorbete.
Leer es un placer.
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