sábado, 2 de marzo de 2013

La niña del arrozal

   Son las ocho menos diez de la tarde del primer sábado de Marzo del año dos mil trece.
   Escribo la fecha a conciencia. Porque me ancla al presente, que según escribo cambia; porque me dice en qué lugar de mi vida me encuentro.
   Busco con avidez en el Spotify la música que me consuele. Sé lo que quiero. Tecleo con rapidez el nombre de un maravilloso compositor español: Josu Gallastegui. Y comienza a sonar el piano. Sequence, Autumn waltz, Romanza, Canto negro, Morning song...
   Un maravilloso hallazgo. Un sublime descubrimiento que cura, que alivia el alma dolorida. Siempre encuentras a quién agradecer lo bello que aparece en tu vida, llega por algo y a través de alguien.
   Busco un bálsamo que mitigue el desconsuelo y la rabia.
   Suena "melo do piano". Durante cinco minutos el mundo es mejor.
 
   Cierro los ojos. Cada nota baila en mi corazón encogido. Soy tan afortunada que me duele. Somos afortunados. Acostumbrados a la queja continua, dejamos pasar la belleza que nos rodea sin observarla, sin apreciarla.
   Hace poco me quejé porque me equivocaba, por no hacer las cosas como yo quería que me salieran, porque aun poniendo todo mi esfuerzo, voluntad, amor y concentración en mi trabajo, el resultado no era el que esperaba. Y es que en esa disciplina acabo de poner el pie en el primer peldaño. E igual que en otros ámbitos tengo verdadera facilidad, aqui he de esmerarme. Realmente esa lucha por vencer la dificultad, por reforzar lo frágil en mi, por mejorar lo incompleto o insuficiente, es el estímulo que me hace avanzar.
   Como respuesta a mi disgusto hacia mi misma y mi propia reprimenda, tuve unas amables y reposadas palabras: No hay que enfadarse, hay que dar gracias porque estamos aquí, porque podemos practicar, porque estamos sanos, porque tenemos la oportunidad que otros no tienen.
   Entre otras muchas cosas, aprendo humildad. Y a mirarme a mi misma de otra manera.

   No he olvidado el motivo que me ha incitado a escribir. Sólo que poco a poco va calmándose la urgencia. Y la indignación se aplaca.
   He sonreido. He llorado a mares. He sentido ira infinita. He sentido frustación y repulsión. Y he sentido profunda admiración.
   La causa de todo ello ha sido un libro: "La niña del arrozal" de José Luis Olaizola. Una emocionante novela basada en hechos reales, que entre otras cosas entra en el mundo de la prostitución infantil en Tailandia, sin esconder nada pero sin recrearse en lo que sería carnaza. No hace falta más, cuando la imaginación suple con creces o lo supera. Duro, muy duro. Y muy bello. Tan luminoso, y colorido como los paisajes que describe. A ratos plácida, a otros cruenta.
   No puedes dejar de leerla. No sé cómo no han hecho una película todavia. Un relato profundamente visual, a la vez que espiritual. Lleno de enseñanzas. Con bendiciones a cada poco, en forma de oasis entre la mierda.
   Una historia sobre el amor y la superación. Y sobre la belleza.
   Leo en la solapa de la contraportada: " Emoción: alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática" (DRAE). Para los que no han perdido las ganas de implicarse, soñadores, perezosos, escépticos, exploradores, atrevidos, temerosos... Cada uno puede encontrar el momento y el libro que le salven del exterior.
   En la página doscientos cuarenta y cinco, dicen: Con gente como tú es como vamos a cambiar el mundo. Aunque sea poco a poco. -Y como viera la cara de asombro de Wixhi, añadió-:¿te parece que estoy soñando? Pues llevo cuarenta años soñando y muchos de mis sueños se han visto cumplidos.
...Cuando conoció a Wichi llevaba unos cuantos años luchando contra el drama de la postitución infantil, ya que parecía ser que solo en bangkok había más de cincuenta mil prostitutas menores de quince años, y Wichi había estado a punto de ser la cincuenta mil uno. En ese tiempo había contemplado todo género de atrocidades y estaba acostumbrado a negociar con el mal, sin perder la sonrisa...
  
   Tengo tantas reflexiones, que no caben en esta entrada, sopena de aturullarles.



   Lo dejo aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario