domingo, 20 de noviembre de 2011

20.11 del 20 11

Debería estar escribiendo sobre las elecciones generales, sobre la jornada de reflexión, o del futuro que nos depararán las urnas. Pero no me apetece. Tampoco voy a colgar una entrada que escribí el sábado pasado sobre un artículo de Barbara Alpuente titulado "el hombre perfecto". Precisamente hoy no quiero hablar ni del hombre perfecto ni del imperfecto.
   Serán estas torpes palabras mías, un homenaje a una amiga.
   Una amiga que ayer vomitó.
   Vomitó su vida.
   O quizás su no vida.
   Y se me revolvió la cena.
   Se me revolvieron mis pensamientos.
   Se me enmohecieron los sentimientos.
   Un estropajo áspero se enredó en las tripas.
   Y el local de diseño se me tornó irreal.
   Un extraño escenario para una hiriente historia real.

   Tengo el alma acongojada.
   Tengo mi conciencia de mujer dañada.
   Siento mis pies temblar sobre el suelo inestable de la vida.
   Se cruzan como relámpagos en nuestras vidas personas, que nos muestran durante un tiempo una cara trucada. Y nos hacen dudar de nosotros mismos, de que el concepto del mundo que sostiene nuestro dia sea real. Ni siquiera llego a decir corrrecto o moral. Siembran la duda sobre los pilares fundamentales de tu existencia, sobre la verdad de las personas, sobre la bondad, la fe en el otro, el valor de la palabra, la honestidad, la lealtad, la sinceridad. Vuelven tu vida del revés, de repente, cuando tu vivías feliz en tu paréntesis paradisiaco particular, y dejan tu alma y tu mente patas arriba.
   Pienso en esos "alguienes"
   Aún sabiendo que nunca lo negro es del todo negro, ni lo blanco es blanco puro, que nadamos en un mar de grises, me sobresalta haber tenido una mirada limpia e inocente de ellos.
   Duele sentirse engañado, para despúes invadirte una sensación de vacio y nausea.
   Mi homenaje hoy es para las personas valientes, verdaderas, sinceras, honestas, que se miran al espejo y no se avergüenzan de lo que ven. Que no fingen. Que sienten de verdad. Seres luminosos. Que brillan por su bondad, integridad, autenticidad y no por las apariencias.

No todo el mundo es igual.
El mundo en el que creo y las personas en las que creo existen, son reales.
La vida brillaba antes. No lo ha dejado de hacer nunca.
Frota tu lámpara y saca el genio.
Déjale que encuentre ese camino de claridad.
Y recórrelo.
Y crece.

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