domingo, 28 de noviembre de 2010

UN CAFE EN EL CAIXAFORUM CON FELLINI. RENOIR Y RUBENS EN EL MUSEO DEL PRADO

   En el Caixaforum. En el Paseo del Prado. Un aromático café en una cafeteria sublíme,en la última planta de un magnífico museo, en la ciudad de mi infancia. El cielo de Madrid, azul. Como lo pintó Velázquez. En una fría mañana del mes de Noviembre.
   A través de las celosías de la fachada del imponente edificio, se posa el mismo sol que acarició mi infancia a través de los visillos del salón.
   Soy yo sin poses, sin artificios, sin tener que dar explicaciones, ni justificaciones. Haciendo lo que me gusta. Siendo yo. Sintiéndome yo. Recordándome. Paseando por mi pasado. Haciéndolo real y haciéndolo adulto.
   Es un regreso que me hace falta cada cierto tiempo, para no perder contacto con aquella que paseó y jugó a las puertas del Museo del Prado; para quizás comprender mejor porqué soy como soy, porqué han resultado mi vida y mi mente como son.
   Hago lo que siempre soñé y quise hacer: Estar sola conmigo. Caminar sola conmigo. Escribir sola conmigo. Observar sola conmigo el mundo que me rodea. Contemplar sola conmigo la infancia que tanto disfruté y amé, rodeada ahora de tantas cosas bellas que antes eran parte de la cotidianeidad y ahora forman parte de las escasas piedras preciosas de mis minutos robados.
   Es una delicia poder disfutar de este privilegiado entorno. Es cálido, es moderno, es eterno, es presente, es arte, es silencio y es aroma a café.
   Amaneció la mañana agitada, como la noche y siguió cruda, combativa, rabiosa, asertiva, reveladora, cosmopolita. El arte acudió en mi auxilio. La pintura, que necesitaba como los enfermos las medicinas. La música que alivia el alma. La arquitectura sublime, que deja anonadado al espíritu más plano. La escultura que sorprende en su clasicismo o en su modernidad. O el cine y la fotografía, que te pellizcan el alma.
   Los ruidos desperezan mi mente y la hacen vivir el presente. Como los niños que te reclaman constantemente y te anclan al día a día aunque sea incómoda la caida al suelo del hoy.
Gentes disfrutando de sus viajes y sus tiempos. Los pasos que resuenan. Canciones que surgen de otros y nos unen con nuestros gustos presentes y con corazones y bondades pasadas. Oir las voces externas de lo cotidiano, voces que uno reconoce también como suyas. Y que no molestan. Que se integran en un perfecto presente. Que están en el escenario para disfrutarlo.
   Porque la vida es todo esto. No es perfecta. Es completa con todas sus imperfecciones. Quizás como yo. Quizás como todos. Quizás aceptandolo de verdad, es como realmente alcanzamos la madurez y una cierta quietud
   Maravillosos momentos compartidos con nuestra alma y vividos por nuestro espíritu, que son alimento imprescindible para poder mirarnos, para poder salir ilesos.
   Como todo cambia y todo pasa, también estos minutos mágicos se acaban.

1 comentario:

  1. Que grandes reflexiones siempre nos traes me encanta!!!y la verdad todo tenemos que vivir una etapa así para descubrir esos detalles imperfectos y perfectos.

    Saludos.

    http://crea-lo-inimaginable.blogspot.com/

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