martes, 20 de marzo de 2012

El diván de Le Corbusier

   Son las diez menos cuarto de la mañana. en la calle del anís, o alguna otra hierba parecida. Hace aproximádamente dos grados sobre cero. (¡Tanto ver "al Calleja" en Desafío extremo para nada! ¡no me acuerdo de ninguna técnica anticongelante para las extremidades! ¡sólo saltar y cagarme en "to"!)
   En la puerta del consultorio, una mamá con su hijo pequeño, una ejecutiva, una "peroflauta", un buenorro modernillo y yo.
   No puedo más de frio, me voy al coche y pongo la calefacción. Me recupero. Miro por el retrovisor. Ya han llegado. Corro, no vaya a ser que se me cuelen. (Bueno, no es por eso, la verdad es que siempre corro, no lo puedo evitar. Es otro defectillo de los míos).
   La buena mujer que atiende en la puerta está pelín aturullada por el retraso. Nos reparte por las salas de los facultativos.
   Entro a la consulta que me indican.
-¡Hola buenos días!
   ¡Vaya, pero que buena suerte, si el buenorro de la puerta es médico! (Esto no lo digo, sólo lo pienso, pero estoy segura que se me nota). (Claro que lo único, es que ahora le tengo que contar mi vida, ¡qué corte, ya podía haber sido un coco, no si es que nunca estamos conformes!)
-Buenos días. ¿Eres Fulanita?
-No. Me llamo Eva.
-A ver que te encuentre...¡pués aquí no estás! ¡Habías pedido hora!
-Pues no. He llegado hace un rato, y me han dicho que pase...
-¡Ah, bueno no te preocupes! ¡Te apuntamos y listo!
   ¡Encima de guapo, bueno y simpático!, (esto tampoco lo digo, sólo lo pienso)
-¡Perdona, creo que me he colado, pero no ha sido mi intención, me ha dicho que entrara la otra señora!
-¡Que no, que no pasa nada! A ver, dejame que te busque en el historial...
-...Es que es la primera vez que vengo...
-¡Ah, pues nada, cuéntame!...¿qué te ocurre?
   Y se me queda mirando muy fijamente con una gran sonrisa en los labios.
-Pues verá- comienzo- resulta que el jueves pasado por la mañana me rasqué sin querer las orejas...(aquí comienza a mirarme con interés), y debí hacerme alguna heridita. ¡Y es que me han dicho en la farmacia de guardia, que es que anda suelta mucha procesionaria por el ambiente, y que trae a medio pueblo de cabeza, (sus ojos se abren mucho, pero muy mucho, pero me escucha atentamente...), por la alergia, digo yo...que vamos, yo no se nada de alergias, ni mucho menos sé, que es la dichosa procesionaria esa...
...El caso es que desde el jueves tengo las orejas al rojo vivo, calientes, y me pican como demonios...(creo notar algo en su expresión, algo imperceptible). (A todo esto, yo ya estaba muerta de verguenza).
   Otras veces me había picado el paladar, o el oído por dentro, (¡ en esas ocasiones dan ganas de meterse una aguja de punto por un oido y sacársela por el otro!) pero esto nunca, de verdad.¡Es desazonador!  ¡Ya se que no debe ser nada muy malo, pero es que no puedo más, me he puesto de todo: agua fria, dos tubos de fenistil, hielo y todo lo  que he encontrado en el congelador, incluido lo comestible, me he dado aire...!
  ¡Necesito algo, por favor, no puedo ir a todos los lados rascándome las orejas rojas como un mandril!...

   LLegó el momento. Se paró el aire. Y me dijo muy dulcemente:
-Perdona, pero creo que no me he presentado. Me llamo "Tal" y soy el Psiquiatra. Y no creo que pueda ayudarte, pero me alegro de haberte conocido, hemos pasado un rato muy agradable.

   Cuando yo digo que se me está derritiendo el cerebro, es una metáfora. No era para mandarme al psiquiatra, de momento no. Y si, cuando digo que me van a volver loca, también es coña. No, de momento no lo estoy, aunque falte poco.
   Después de unas disculpas y unas risas, he pensado, que siempre tiene que haber una primera vez para todo. Y como mi primera vez en un psiquiatra no ha estado mal.
   Aunque puestos a soñar, yo me hubiera imaginado tumbada en un diván de Le Corbusier, que es lo que pega.

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