jueves, 29 de septiembre de 2011

Consumidores de seres humanos

   Hay ciertos pensamientos, filosofías, formas de ver la vida, que forman parte de la sólida base de nuestro entender la existencia, de nuestro código moral.
   Se van asentando poco a poco, según pasan los años y las experiencias, hasta que llega un momento que se hacen conscientes y presentes en nuestra mente.
   Puede que las llevásemos aplicando desde siempre, pero hay un instante en el que las arrancamos de ese lugar cómodo de nuestro cerebro, las miramos de frente y las observamos, releemos con atención, y las elevamos  a prioridad.
   Pasan a formar paerte de los pensamientos esenciales escogidos con intención y asumidos como parte estructural de nosotros mismos, de nuestros cimientos, y que servirán para aguantar con firmeza los embites del día a dia.
   Habitualmente surge un suceso que lo saca a la luz y provoca una tormenta interior que sirve para ordenar nuestras elucubraciones.
   En mi caso ha sido afirmar, primero a mi misma y luego al mundo entero, que no soy ni quiero ser consumidora de personas.
   Al ser mujer tiendo a pensar que se mercantiliza fundamentalmente con mujeres, que por tanto somos objetos de consumo y que existen por ende ávidos consumidores de un producto estrella. Es un comercio este, que genera  mucho dinero, y por ello permanece tristemente en el tiempo afecte a quien afecte.
   Sería injusto acotarlo al sexo femenino sólo porque yo forme parte de este colectivo, así que debo reconocer que también se consumen hombres.
   Las cantidades las dejo para los estudiosos de las estadísticas.
    Me recorre un escalofrio  al pensar individualmente en cada una de las personas "usadas" en todo el planeta. Y me espeluzna pensar en los "usuarios, compradores" de tan delicada mercancía.
   Creo firmemente que somos nosotros los que hemos de tener conciencia de quien somos, responsabilizarnos de lo que hacemos, y pensar muy bien lo que queremos.
   Debemos tener claro que no somos objetos de consumo y, que ni yo me trato como tal, ni dejo que los demás lo hagan.
   Una sóla cosa para terminar:

¡Los seres humanos no se compran, se aman!


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