jueves, 24 de mayo de 2012

María Antonieta en la peluqueria.

   Ha sido la primera vez.
   Y me he sentido como María Antonieta.
   Es una sensación extraña que te vista otra mujer joven.
   Será la falta de costumbre.
   No me pregunten cómo llegué a tal situación, imagino que son malentendidos graciosos, de los que no sabes cómo salir, no replicas en su momento y ya no hay marcha atrás. La escena está preparada.
   No eres ni un bebé, ni un niño, ni un anciano o enfermo.
   Eres simplemente una mujer desnuda, con las uñas de las manos y los pies recién pintados, con cara de angustia, pensando como c------s, se las va a apañar para ponerse lo que traía, sin estropearse nada y salir escopetada, como siempre, calle abajo hasta el coche.
   No tiene malicia, ni dobles, pero no deja de ser algo especial.
   Quieta.
   Ejecuta con precisión cada movimiento.
   Levanto primero una pierna y luego la otra. Extiendo los brazos. Te coloca con una soltura abrumadora. Abrocha el cierre a la espalda. Sube el pantalón ajustado. Me siento morir, seguro que no corre. Pero no. Se ciñe suavemente. Sube la cremallera y cierra a la perfección. Toca la camiseta. Me centra el escote. Me mira. Lo aprueba.. Sólo quedan los zapatos de tacón. Me calza primero uno y después el otro.
   Observa el resultado. Creo que le parece satisfactorio. Ya me puedo ir. Pagando, claro. Estoy en una peluqueria (¡muy fina, eso si!), y sin saber como, acabé como Dios me trajo al mundo, sobre una camillla, eso si, tapada con "cienes y cienes" de toallas. (¿Será que a las peluquerías a las que he acudido hasta la fecha, no eran lo sufiéntemente finas como para dignarse a despelotarme primero, para seguidamente sepultarme bajo una montaña de toallas?)
 
   Para su información, el resto del día no ha continuado con la misma intensidad y emoción.

   No he encontrado un video más apropiado que este. ¡Qué lo disfruten!




  Todas deberíamos sentirnos, al menos por un día como una Primadonna.

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