miércoles, 27 de junio de 2012

Mis manos


Seguimos con los violinistas, esta vez Vanessa Mae.

Anexo a la entrada del lunes.

    Anexo, anexa., anexionamos, anexionante, anexionarás, anexionaremos...¡qué se yo!...A si puedo seguir todo el día, conjugando el verbo anexionar...(¡qué tendré en la cabeza!)
   Bueno, a lo que íbamos, dada la avalancha de mensajes recibidos por distintas vias, concernientes al video elegido, he dejado la entrada que tenía preparada para otra ocasión.
   Lo primero es dejar claro, que por mucho que insistáis...¡estoy segurísima que aunque os guste la música clásica, os encante la diferente versión..., me repito, estoy segurísima que no es el único motivo de su éxito!
...¡Confesad bellacas!...¡Decid la verdad!...¡¡Está buenísimo!!
...¡Y además toca el violín como los ángeles!...
   ¿Qué de donde los saco?...¡Ni idea, debe ser la vida que me premia con chicos guapos!...¡Cómo está el muchacho!...¡quién fuera violín!
...No se si será que de tanto hacer el pino en yoga, se me ha acumulado la sangre en el cerebro...

   ¡Venga chicas, no os cortéis y dadle al play, que no pasa nada y es gratis!

viernes, 22 de junio de 2012

Observa quién son

   Observa quién son los que te dicen lo felices que son.
   Observa quién son los que te cuentan que están contentos.
   Observa quién te habla de sus sueños, sus retos, sus ilusiones, sus esperanzas, sus alegrías.
   Observa quién te hace partícipe de su suerte, de sus celebraciones, de sus cambios, de su superación, de sus metas conseguidas, de sus satisfacciones, de sus buenos ratos, de su plenitud.

   Y ahora gírate.
   Observa quién sólo te cuenta miserias, tristezas, problemas, dramas, te involucra en ellos, y te reboza en ellos para hacerte sentir tal cual ellos son.
   Y peor aún. Observa quién, por supuéstamente ahorrarte el sufrimiento, no te cuenta nada.

   Pues nada es comparable con descubrir que hay algo pero que eso.
   Un día te das cuenta, de repente, que lo que realmente duele, es que te NO cuenten lo que les gusta, lo que les hace sentirse vivos, lo que les llena. Que NO te cuenten que han conseguido aquello que anhelaban, que han tenido éxito en el trabajo, en los estudios, en el amor, con la salud. Que se les han resuelto los problemas, que el largo esfuerzo ha tenido sus frutos. Que una meta soñada se ha hecho realidad. Que las situaciones se van arreglando, o que te vas sientiendo mejor, o que ya no te duele nada, o que lo que antes veías negro, ya es un poco más gris o quizás hasta te parece azulado. Que las dificultades que antes considerabas imposibles de solucionar, ya no van siéndolo tanto. Que lo que te hacía sufrir hondamente, aunque sigue, duele más suave y más lejano. Que sigues adelante, que te van bien las cosas. Que estás orgulloso de ti mismo y de tu trabajo. Que todavía tiene ilusión y que la compartes. Que apruebas un examen, o que te invitan al cine, o que has hecho un viaje maravilloso, o que han dado puntos en el supermercado para un tupper, ¡qué se yo!.
   Y duele, porque cuando quieres a alguien, del modo que sea,(como pareja, padre, hijo, amigo,) te importa sobre todo que esté bien, te importa su bienestar.
   Descubrir que no eres el destinatario de su confianza. Que su felicidad no se ha acordado de compartirla contigo. Que no eres digno de saber que es feliz, que le salen bien las cosas. Es cuanto menos decepcionante. Y comienza a abrirse la grieta por la que la vida nos hace palanca.

   Vuelve a girarte.
   Siguen ahí.
   Son los de antes, los primeros.
   Fíjate en ellos. En su mirada sincera, su sonrisa franca.
   ¡A que ahora te parecen distintos, mejores!
   Pues son los mismos. Los que están a tu lado todos los días. Los que te abrazan, los que te comen a besos, los que te hacen reir a carcajadas. Los que no sabes aún porqué, pero te gustan. Los que son un desastre pero no importa. Los que no son perfectos, ni les hace falta. Los que no se rinden. Los que te buscan para encontrarte. Los que se les olvida cerrar la tapa de la gasolina. Los que viven la vida y la comparten contigo. Se comen el mundo y lo hacen contigo. Los que te llaman porque si, cuando les apetece. Y si no lo hacen no pasa nada.Los que hacen de un día corriente un día excepcional.
   Deberíamos acordarnos más a menudo, de hacer partícipes a los demás de todo lo bueno que nos ocurre.
   Decir que nos sentimos bien es importante para nosotros, pero también para los demás.








domingo, 10 de junio de 2012

Un pico y un reto.

   Hará un tiempo alguien me preguntó si me gustaban los retos. En aquel momento no contesté nada. No es algo que me hubiera planteado. No era mi objetivo tener un reto.
    Pero desde entonces no he dejado de darle vueltas a la Roma hiperactiva.
    He llegado a la conclusión de que me encanta el sabor del café con leche, y el de las tostadas de pan con tomate y aceite (sobre todo si churretean...)
    Cuando ayer por la mañana, al abrir al azar una revista semanal, me encontré con la columna de Bárbara Alpuente titulada "El reto", me quedé pensativa (aparte de leerla y gustarme, claro).  Y si. Me gustan los retos. El mío es subir al pico más alto. Gozar de la subida como si fuera la última. Y desde la cima, disfrutar del paisaje que me alentó a alcanzar la cumbre, (si es que no me he quedado exhausta de la caminata). Sin apropiarme de la montaña, sin clavar la bandera para ponerle dueño.
   Mi reto es vivir. Seguir caminando. Seguir siendo "la mujer de la eterna sonrisa" (el piropo más bonito que me han regalado), que me dijeron tras los cristales redondos de sus gafas y bajo el ala ancha de un sombrero: No dejes que te la borren nunca, añadió.
   Y en eso estoy.


sábado, 9 de junio de 2012

Reto Bámbola Junio

   En esta ocasión Bámbola nos ha propuesto un nuevo y atractivo reto, que consiste en hacer un trabajo con un combo de colores seleccionados por ellos.
   Cómo inspiración de color para nuestro combo han escogido la siguiente fotografía.




Y a continuación os muestro el resultado de mi página de Junio.



Espero que os guste y os invito a participar en el. Pasaros por el blog de Bámbola, y descubriréis los trabajos de mis compañeros del equipo de diseño.
¡Hasta el próximo reto!

viernes, 8 de junio de 2012

Viento de Junio

   Ligera y libre.
Traspasada por el sol, por la naturaleza.
El Universo me acuna.
La vida me nutre, me llena.
Pletórica, afortunada y agradecida.
Siendo yo. Siendo quien soy. Sin justificarme.
Me siento mecer por el viento.
No.
Me impulsa fuertemente, con dulzura y fortaleza.
Un empuje que hace flotar y volar.
Todo se ve más brillante desde aquí.
El calor implacable del sol sobre mi piel.
Revuelve mi pelo limpio, el aire.
Los pájaros parecen cantarme al oido.
Susurran palabras de amor de aliento, de vida de plenitud.
Agita el viento violentamente la falda de seda larga hasta los pies.
Se abre. Corre entre mis piernas. Al pasar, su roce produce un chasquido característico, y su caricia me eriza el vello.
Se agitan las páginas de la libreta.
Se abren como alas nerviosas.
Me enseñan su envés, aún por dibujar
Se calma el empuje y quema el sol.
Vuelve. Cierro los ojos.
Los abro. Sigo escuchando.
Miro hacia mis pantorrillas.
Brillan nacaradas.
Ahora el silencio.
Siempre bancos de piedra. Fuertes, rugosos, resistentes. A la vez que porosos y teñidos por los líquidos que en ellos se derraman.
Viene otra vez. Parece que coja impulso. Azota. Bailan los volantes.
Zarandea las altas copas de los árboles, que se estremecen violentamente.
Respiro en contra.
Las nubes son hebras.
Sacude los toldos.
Brillan las hojas como si fueran piedras preciosas, reflejando el sol que incide sobre su superficie.
Tintinean nerviosas, livianas. Bailarinas, suenan sus puntas al unísono picando al aire.
Las sombras forman celosías verde intenso en el cesped.
Encaje de luz y ramas.

Tarde ventosa de Junio.


domingo, 3 de junio de 2012

Volvemos al Retiro

   Regreso otro año más a la Feria del Libro. Un ritual del que disfruto ahora con mis hijos.
   Vuelvo a mi barrio, a mi niñez, adolescencia y juventud. Con cada paso me retumba un recuerdo.
   Salimos de la estación de Atocha. Cruzamos el semáforo. Está nublado y hace bochorno. Mejor así. No nos quemaremos.
   Primer recuerdo:
   Piso el bordillo de la acera del Ministerio de Agricultura con sus tres magníficas esculturas en lo alto. Manifestaciones y más manifestaciones, y a mi padre protestando porque nos harían llegar tarde a comer, no encontraría aparcamiento, y no le daría tiempo a descansar. También me llegan las caminatas desde el colegio por la avenida Ciudad de Barcelona hasta la calle Atocha, bajo los árboles. Siempre pensando en mil historias, dejando volar la imaginación.
   Subimos por la Cuesta de Moyano, ahora peatonal y arreglada desde hace unos años. Bordeando uno de los lados del Jardín Botánico.
   Segundo recuerdo.
   Las casetas siguen igual que siempre. Grises. De madera. Pegadas unas a otras. Se asemejan a las casas del centro de Oporto, que parece que se vayan a caer si quitamos una.
   En cuanto empezaba el buen tiempo, teníamos dos o tres opciones para salir a jugar al aire libre. Una de ellas era a las puertas del Museo del Prado o alrededor de las fuentes de las cuatro estaciones, en los bancos semicirculares de piedra. Otra, era acercarnos a la terracita que había en el mismo paseo llegando a la plaza de La Cibeles. Allí nos esperaba mi abuelo, que salía de trabajar del Banco Central, en la calle de Alcalá, y nos invitaba a una horchata, sentados a una mesa de metal vestida con manteles color salmón, y atendidas por camareros de mediana edad, uniformados y con una servilleta en el antebrazo. La tercera opción era el Retiro.
   Entramos. Está lleno de gente. De todo tipo. Me gusta. Siempre me gusta. Subimos la cuesta hasta la fuente del Angel Caído. Sentados en el mismo kiosko al que solíamos ir mis hermanos y yo con mi madre, les conté la famosa historia.
   Tercer recuerdo:
   Eran horas y días de menos bullicio. Éste era mi jardín. En el vivía todas las aventuras inimaginables. Con la infinita libertad que daba saber que no corríamos ningún peligro, nos dejaban recorrer solos todos sus rincones. El mundo soñado que surgía de los cuentos que devoraba en mi habitación, se hacía realidad entre los tupidos arbustos, los altísimos árboles que llegaban hasta el inalcazable cielo azul, los puentes de madera que cruzaban ríos caudalosos e íban a parar a islas misteriosas llenas de tesoros, perdidas en los lejanos mares del sur, y rodeadas de espesas y tenebrosas junglas.
   Nunca es demasiado tarde para irse a dormir. El tiempo de los niños es dilatado, y se ensancha aún más y más en sus rincones intrincados fragantes y repletos de sonidos.
   Ya llegamos al Paseo de Coches, pero antes entro en La Rosaleda. No puedo evitar sumergir mi nariz en las rosas que intuyo que mejor huelen. No suelo equivocarme.
   Entramos en La Feria. Vamos directos. Caseta nº 176. Editorial Di-Buks. Nos está esperando el contador de historias. Sigue allí, como si no hubiera pasado un año. Comienza su relato. Aventuras, puertas mágicas, leyendas, elipsis, Las mil y una noches, alfombras voladoras. Mis hijos no parpadean. Sus bocas no han podido cerrarse. Tres libros infantiles. Para adultos nos recomiendan el nuevo comic de Christian Cailleaux (autor de "El impostor" que leí el año pasado), titulado" Masala Chai. Monólogo en hindi". Pero ya me había comprado uno de Fernando Iwasaki, "Helarte de amar", que no es una colección de cuentos eróticos, sino un hatajo de disparates sexuales. Un libro de ciencia-fricción, como dice en su contraportada.
   Regresamos a casa en tren. Mi hija no para de leer a voz en grito los chistes de su minilibro. Se ha centrado en el capítulo de chistes feministas: "¿Qué hace un hombre en la cama después de hacer el amor?. Estorbar". Los chicos de los asientos de enfrente se sonrien. No hay manera de hacerla callar.
   Gracias a Dios hemos llegado. Se abren las puertas. Bajamos.
   Se acabó el dia.